lunes, 13 de febrero de 2012


EL MONO DESNUDO. Cap. 5. LUCHA.

Los animales luchan entre sí por diversas razones como: establecer un dominio en una jerarquía social o para hacer valer sus derechos territoriales; y perteneciente a este mismo reino animal el ser humano lucha en su vida diaria por infinitas razones que aparecen acechando su llamada “racionalidad”, intimidan su raciocinio y explotan su instinto nato de sobrevivencia, agresión y distintas formulas de protección que tienen en su propio ser por naturaleza, si se quiere de simpleza en su estado más crudo pero a la vez tan humano como su aceptación de su propia animalidad.
Los mecanismos empleados por los animales ante una presencia de lucha son diversos tanto a la defensiva como a la ofensiva, es toda una serie de rituales que se integran a una escena conflictiva reflejada en su aspecto visible y tangible en los cambios fisiológicos que se producen en tal situación; es decir, los animales (incluido el ser humano) cambian sus actitudes físicas a partir de la reacción del sistema nervioso automático a través de dos subsistemas opuestos pero que se compensan para forma un equilibrio, una homeostasis que vuelve controlada la reacción que pudiera ser caótica y destructiva para cualquier de los personajes en escena de lucha; y los encargados de esto son como se había mencionado dos subsistemas: el simpático y el parasimpático, el primero prepara para la lucha, el segundo asume una actitud conservadora.
Todos estos cambios fisiológicos se dan de manera mecánica y natural, sin embargo muchos animales tienden a ritualizar la lucha por medio de señas, y de la misma forma el ser humano tiene esa especie de mimetismo o ritual mimético con los animales, siendo entonces, su lenguaje estructurado  una diferencia preponderante que hace al ser humano poder expresar y exhibir amenazas y agresiones, haciéndose por ende una lucha mucho más simbólica, cargada de signos arbitrarios plenamente comprendidos por ambas partes integradoras de un conflicto, pero que al mismo tiempo tienden a tener una profundidad en su análisis externo debido a su estructura deconstruida y caótica que se enaltece como la más viva expresión de su naturalidad, es decir, el mismo simbolismo profundo que aleja al ser humano de cualquier otro animal, lo acerca intrínsecamente con su especie natural. Una especie natural que tal vez podrán argumentar muchos científicos, que ha quedado en su historia pasada, y ha quedado pisoteada o superada (como se quiera ver) por una orgullosa racionalidad, y un orden moral que mantiene el orden social; pero que sigue teniendo a la diosa amante de la sobrevivencia llamada: naturaleza animal.
El acto de lucha en sí es un acto de infinita construcción, de impulso evolutivo, de sobrevivencia, de adaptabilidad, y visto de un modo más romántico es: un arte natural. Un arte de comportamientos opuestos que se compaginan en la más simple escena natural donde existe una victima y un victimario cada uno representando una teatralidad ejemplar de su papel en el escenario sin ni siquiera tener un guion, pero que sus impulsos naturales lo compadecen y lo fortalecen en lo que la experiencia le puede dar más recursos para poder atacar de una manera tan falsa, o defenderse con la mejor mentira sincera.

EDGAR ALEJANDRO GUADARRAMA RUEDA.

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