El miedo a la libertad.
Cap.5 Mecanismos de Evasión. Erich Fromm
“…de aquellos de quienes se
dicen que están locos y no tienen modo de defenderse por que los que no están
locos los sobrepasan en número.” (Miller 1999: 82) La multitud se resguarda
bajo el lema superficial de “se considera hombre sano sí es capaz de cumplir el
papel social que le toca desempeñar dentro de la sociedad dada” sin embargo en
un sentido más profundo y analítico el lema cambiaria radicalmente, y entonces
contemplaríamos un mundo donde los manicomios no bastarían para controlar a la
humanidad entera, o en otro sentido el mundo sería un manicomio totalizante, o
como diría Nietzsche podríamos contemplar un mundo donde “…los pobre gozarían
de su riqueza y lo locos de su sabiduría.”
Partiendo de estas ideas el
hombre cae en su propia trampa tendida por la diosa dominantemente libre
llamada: ¡ironía! La creación de su propia libertad es la creación de su propia
depresión, la creación de su propia vida conceptualizada en el origen de su propia
individualidad; de tal manera que el hombre libre teme a su libertad, por ello
vivimos en la contradicción de los términos masoquismo y sadismo aparentemente
alejados pero intrínsecamente amamantados
por la misma nodriza: “la vida cotidiana” perdiendo paradójicamente y de un
solo tajo la espontaneidad y la verdadera personalidad.
El pecado original de esta
concepción tiene su mayor apogeo con el final del oscurantismo y la llegada del
renacimiento. Una época de ignorancia, de control, de estancamiento da paso a
una nueva era donde el hombre renace y se ilumina, adquiriendo su carácter de
individuo y por tanto su libertad, pero inconscientemente la obtención del
mayor de sus temores y confusiones, traducidas en una sola pregunta ¿Qué es el
Ser? Así, el paso a una prosperidad resulta impotente cuando el hombre se
vuelve “libre” pero que sigue encerrado en el porqué, y en el como ser libre.
Por tal motivo el ser humano adquiere una actitud de defensa con dos
alternativas marcadas pero inconscientes el masoquismo y el sadismo. El primero
regala su libertad a una autoridad para sentir el placer de la seguridad,
siendo no más que una necesidad como lo explica Dostoievski "necesidad más
urgente que la de hallar a alguien al cual pueda entregar, tan pronto como le
sea posible, ese don de la libertad con que él, pobre criatura, tuvo la
desgracia de nacer" esto no es más que la connotación más pura del
contrato social. El segundo termino impone el poder sobre otros a través de la
manipulación para obtener sus fines. Esta naturalidad del ser humano ante las
dos imposiciones de dominado y dominador son mutuas y se corresponden, son
dependientes una de la otra y Fromm nos dice que “El sádico necesita de su
objeto, del mismo modo que el masoquista no puede prescindir del suyo. La única
diferencia está en que en lugar de buscar la seguridad dejándose absorber, es
él quien absorbe a algún otro.” Aquí aparece de nuevo la totalizante ironía, el
amor hacia ella, la dependencia de ella y el reconocimiento de ella; todo en pro
de buscar el sufrimiento y la debilidad como principales constructores del
objetivo primordial del hombre la perversidad del masoquismo y el sadismo, como
juego de control y caos, de una comprensión inconsciente y una confusión
concientizada; que llega al éxtasis en
una frase de Nietzsche “Sin dolor ni sacrificio no tendríamos nada. Hay más
razón en tu cuerpo que en tu mayor sabiduría.”
El hombre busca perder la
libertad y la individualidad, y esta desesperado por lograrlo y lo medios
aceptados socialmente para lograrlo son variados, y siempre están en el mismo
lugar: “la autoridad” y Fromm lo explica de la siguiente manera “Todos son
completamente "libres", siempre que no interfieran con los derechos
legítimos de los demás. Pero lo que hallamos en realidad es que la autoridad
más que haber desaparecido, se ha hecho invisible.” El dictador fantasma como
lo nombra Viviane Forrester es tan evidente en la sociedad actual que se
convierte en eso mismo: un fantasma; esta a la vista de todos pero es intangible
y ha llegado a la madurez, a la madurez más sutil y más evidente, la madurez
final, la madurez cínica.
Edgar Alejandro Guadarrama
Rueda.
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